Carmen Vásquez Hernández, Venustiano Carranza, Chiapas
Una tejedora de un pueblo rural de Chiapas tiene un nuevo galardón en su colección tras ser nombrada ganadora del Premio Nacional de Artes y Letras, presentado para reconocer a quienes han contribuido al patrimonio cultural de México. Carmen Vázquez, una mujer maya tzotzil de Venustiano Carranza, ganó el premio en la categoría de artes populares por su trabajo en la preservación y promoción de diseños y técnicas textiles tradicionales.
Vázquez nació en 1958 en la región de Tierra Caliente del estado, a varias horas de las ciudades de San Cristóbal de las Casas o Tuxtla Gutiérrez. Los pueblos están rodeados de campos de caña de azúcar y, en muchos sentidos, la vida aquí no ha cambiado mucho en el siglo XX. La más joven de cinco hijos, su educación fue tradicional para la época, hablaba solo tzotzil y no le permitían asistir a la escuela. En cambio, estaba preparada para las tareas asociadas con la vida doméstica rural, que incluían la elaboración de textiles, en particular, el tejido en un telar de cintura.
En su mayor parte, Vázquez se ajustaba a las expectativas de su comunidad, pero no del todo. Estudió en secreto cuando era niña y finalmente convenció a su familia para que le permitiera asistir a la escuela. A diferencia de sus hermanas, ella puede hablar, leer y escribir español. Pero gran parte de su tiempo lo pasaba trabajando con su madre, quien le enseñó a tejer en el telar tradicional.
Al principio, Vázquez miraba y luego jugaba con los hilos y los retazos de tela de los proyectos de su madre. A los 10 años, comenzó a aprender en serio. “Mi mamá me empezó a enseñar a tejer empezando con servilletas. Empecé a jugar con los hilos que veía que no se usaban y miraba a mi madre tejer para poder hacerlo”. Gran parte de su trabajo se vendió para apoyar las necesidades económicas de la familia.
Se casó temprano, a los 15 años, se convirtió en madre de cinco hijos y finalmente en abuela de seis. Durante las siguientes décadas, Vázquez continuó tejiendo, conservando una serie de diseños y técnicas que otros dejarían atrás.
Su habilidad es tal que sus piezas son obras de arte, con tejidos y bordados intrincados, y los diseños reflejan la Chismacal, la cosmología del pueblo tzotzil. Como muchas comunidades indígenas, la vestimenta tradicional de las mujeres tiene indicaciones que indican de dónde es la mujer. Por ejemplo, explica Vázquez, las blusas de las mujeres en Venustiano Carranza son más livianas que las de otras comunidades porque el clima es más cálido. Mientras algunas comunidades chiapanecas tejen con lana, las de Venustiano Carranza tejen exclusivamente con algodón. A lo largo de los años ha perfeccionado la confección de linos, blusas, rebozos y camisas y pantalones de hombre. Algunas de estas prendas requieren trabajar con hilos muy finos y la mayoría toma meses para confeccionarlas.
Vázquez ganó su primer premio el año en que se casó y le siguieron muchos otros tanto a nivel estatal como nacional. El más importante de ellos fue el Gran Premio Nacional de Artesanías, auspiciado por una de las colecciones de arte popular más importantes de México, el Fomento Cultural Banamex. Ha llamado la atención nacional sobre el trabajo de su comunidad tzotzil.
Vázquez comenzó a promover y enseñar activamente el tejido tradicional a las generaciones más jóvenes en Venustiano Carranza. También es una de las fundadoras y actual presidenta de la Cooperativa Jolobiletik Jun Ya’el, que elabora y vende el trabajo de 10 mujeres de la comunidad. Además de todo esto, todavía teje con sus hermanas.
A pesar de su importancia cultural e histórica, las prendas tejidas a mano están en peligro de desaparecer. Son intensivos en tiempo y mano de obra y tienen que competir con la importación de copias. Muchas tejedoras de la zona han dejado de trabajar o han abandonado técnicas más difíciles como el brocado, que Vázquez y sus hermanas están trabajando para mantener con vida.
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