Emilio Molinero Hurtado Huipe, Tzintzuntzan, Michoacán
Cerámica

Emilio Molinero Hurtado Huipe, Tzintzuntzan, Michoacán

Miguel Ángel Molinero Huipe, nieto del reconocido Emilio Molinero Hurtado, quien aparece en el emblemático libro “Grandes Maestros del Arte Popular Mexicano”, tiene 26 años y nació y vive en Tzintzuntzan, Michoacán. Emilio ejemplifica lo mejor de la artesanía de México y se ha ganado su lugar en la comunidad del arte popular. Su edad le impide continuar con su trabajo pero ha transmitido sus métodos y secretos a su nieto.

Un día, mientras deambulaba por los campos aledaños, Emilio descubrió restos de unas cerámicas prehispánicas. Los diseños le atrajeron y empezó a copiarlos en su propia obra. Esta historia se parece a la del famoso Juan Quezada de Mata Ortiz, Chihuahua, quien también encontró fragmentos de cerámica de un pueblo antiguo y anhelaba recrear la hermosa cerámica. Una de las cosas que llama la atención de inmediato sobre la cerámica Molinero son sus formas distintivas e inusuales.

Nacido en el seno de una familia dedicada a su herencia de hacer cerámica bruñida, desde su infancia a los 12 años Miguel comenzó a experimentar con la decoración de la cerámica primero como un juego y luego, en sus últimos años, para ver si podía ser una actividad rentable. profesión. Al enterarse de que era una vida difícil (ganarse la vida como alfarero), dejó México para buscar el “sueño americano” en Estados Unidos. Regresó después de sólo cinco años de darse cuenta de que Estados Unidos no estaba donde estaba su corazón.

Una vez más comenzó a fabricar cerámica a mano como lo había hecho su querido abuelo durante tantos años. Pronto estuvo trabajando en sus propios diseños que le llevaron a ganar un premio en todos los concursos en los que participó. La técnica que utiliza Miguel es la misma que se ha utilizado desde la época prehispánica.

Primero se debe seleccionar la arcilla. Se utilizan dos tipos diferentes de arcilla en varios lugares de las colinas de Chichuatiro que rodean su pueblo. Los burros solían llevar la arcilla a su casa, pero ahora su burro es el camión familiar.

El segundo paso es amasar la arcilla. Las dos arcillas, la blanca (tierra blanca) y la tierra (tierra colorada), se muelen por separado a mano para eliminar grumos o piedras. Al final queda un polvo fino. La arcilla debe ser 60% blanca y 40% tono tierra. Luego se agita el polvo seco y se añade agua. La arcilla se amasa poco a poco hasta adquirir la consistencia deseada, no puede ser acuosa ni dura. Se hacen bolas y se almacenan durante al menos una semana; cuanto más “descanse”, mejor será la calidad de la arcilla para darle forma.

El tercer paso es modelar y darle la forma deseada a la arcilla. Se coloca un trozo de arcilla sobre una piedra grande y se alisa con la palma de la mano (a veces con la ayuda de una piedra lisa) mediante pequeños y suaves movimientos hasta que queda plana y redonda. Luego se coloca en un molde formado por dos partes que se unen una vez se ha dejado secar la pieza durante 16 horas. Se sacan las dos piezas de sus moldes y se unen utilizando un cuchillito pequeño para quitar la costura. Todas las impurezas y pequeñas grietas se eliminan y reparan con un poco de agua y un paño húmedo. Una vez completamente alisado se deja reposar 24 horas.

A continuación se decide el color de la pieza, que requiere tres colores: blanco, rojo y negro. Estos son pigmentos naturales recolectados en diferentes partes del estado: el blanco de Zirahuén, el rojo de Acuitzio cerca de Tzintzuntzan y el negro de las hormigas negras. Todos los colores se muelen a mano hasta obtener un polvo fino al que se le añade agua poco a poco, removiendo constantemente con un palo de madera. El color líquido se pasa a través de un paño para eliminar todos los grumos y garantizar que el producto final no tenga grumos ni impurezas. Dura 24 horas, tiempo durante el cual el agua se separa de la tierra. Se retira el exceso de agua y ya está listo para usar.

En la decoración de la maceta, el color base es el blanco que se extiende por toda la pieza con un pincel grueso (normalmente hecho con el pelo de la cola de una ardilla atado a un pequeño trozo de madera). Sobre cada pieza se ponen cinco capas de clara; sin embargo, en cada capa se coloca un trozo de papel alrededor de la maceta en un lugar particular antes de aplicar la nueva capa de blanco. Esto deja una línea casi invisible para guiar al pintor a medida que se aplican los colores más oscuros.

Se utilizan pinceles muy finos para pintar las líneas rectas que rodean toda la pieza, así como los diseños greco (formas geométricas). Esto requiere una mano muy firme para que cada línea sea precisa y exacta. Algunos diseños requieren la aplicación de colores alternativos. Ahora comienza el bruñido. Una vez terminadas las decoraciones y dejar secar la vasija por un corto tiempo, se utiliza un bruñidor (piedra de pirita muy lisa del tamaño de una nuez unida a un mango) para bruñir la pieza. Se frota suavemente una y otra vez sobre la maceta de manera uniforme, dejando una superficie brillante y acabada.

El siguiente paso es encender la olla. Todo el trabajo del artista es en vano si el proceso de cocción no se realiza exactamente correctamente. El enorme horno hecho a mano con barro y arcilla se llena con las vasijas terminadas, cada una de las cuales se coloca cuidadosamente en el interior para garantizar que no se toquen entre sí. El horno tiene una pequeña entrada que parece una cueva. Aquí es donde se enciende la leña y se deja durante unas 8 horas. Cuando el fuego está muy caliente se añaden más leños durante otras cinco horas hasta que todos los trozos de madera estén al rojo vivo. Esta es la parte más delicada de todo el proceso ya que si no se eleva la temperatura gradualmente, las ollas se romperán o explotarán.

El último paso es la limpieza. Es la parte menos difícil y más gratificante de todo el proceso pues aquí es donde el artista puede ver los resultados de su trabajo. El horno debe enfriarse por completo a medida que se retira cada pieza con cuidado. La técnica descrita anteriormente fue heredada de los antepasados ​​de Molinero y utilizada desde la época prehispánica. No ha cambiado. Es tentador reemplazar las viejas costumbres con cepillos y arcilla comprados en las tiendas; sin embargo, esta familia se mantiene fiel a su tradición.

Miguel Angel Molinero Huipe ha obtenido numerosos premios y reconocimientos por su labor. Hidalgo 238.

Hidalgo 238, Tzintzuntzan

Tzintzuntzan, Michoacán

434 344 3138

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